Comentario
Según algunos de los datos cronológicos, la primera forma de gobierno que recibió en Grecia el nombre de tiranía fue la de Fidón de Argos. Allí se conoce desde fines del siglo VIII un proceso expansivo que se relaciona con las huellas arqueológicas de la introducción del armamento hoplítico. La peculiaridad de la tiranía de Argos reside en que Fidón se hizo tirano desde la posición de rey, heredero de Témeno, y pretendía recuperar los dominios que habían conquistado los Heráclidas, los reinos de Agamenón y Diomedes, al norte del Peloponeso. Así, se sabe que intervino provechosamente en los conflictos por el control de Olimpia, centro de gran valor ideológico en una política conquistadora. La tradición sobre su naturaleza regia indicaría que como rey había roto la solidaridad aristocrática gracias a las transformaciones que permite la táctica hoplítica y la adquisición de nuevos territorios, lo que facilitaría el nacimiento de fidelidades clientelares, igualmente favorecidas por el desarrollo económico, reflejado en los contactos con Oriente desde el puerto de Nauplia. Los sistemas metrológicos argivos, referidos al peso y a la moneda, sirvieron de modelo a muchas ciudades griegas en época arcaica.
Como la tiranía resulta un síntoma de los conflictos sociales, es natural que las fuentes puedan aparecer contradictorias, sobre todo en aquello que corra el riesgo de implicar un juicio de valor. Es lo que ocurre en torno a Cípselo de Corinto, pues junto a versiones que tratan de su crueldad, otras consideran que su acción fue resultado de un oráculo de Delfos, que en otros casos se expresaba negativamente, destinado a eliminar a los monarcas Baquíadas en favor de una nueva generación salvadora. Los Baquiadas habían llegado a crear una dinastía, basada en la riqueza procedente de la gran expansión colonial, que podía ser calificada como tiránica por individuos como Cípselo, hijo de una mujer del mismo genos que ellos, pero de un padre del demos que ejercía el cargo de polemarco. Ejército y demos aparecen unidos en las rivalidades internas del genos en una competencia por el poder que puede favorecer el prestigio de Cípselo, pero que no puede evitar que a su hijo Periandro le atribuyan los rasgos propios del tirano, cruel, para acabar en la consolidación de un sistema oligárquico capaz de prescindir del protagonismo exclusivo de las grandes familias y que Heródoto califica como isokratía.
También ejercía el cargo de polemarca Ortogoras de Sición cuando accedió a la tiranía. Las acciones más significativas del régimen se atribuyen, sin embargo, a Clístenes, su sucesor. El hecho de que suspendiera la recitación de los poemas homéricos y el culto al héroe Adrasto, sustituido por el de Melanipo, así como el hecho de que reformara el sistema tribal y atribuyera a las tribus nombres alusivos a los animales, indica que quienes controlaban el marco ideológico y organizativo eran miembros de familias a las que el sistema tiránico se opone al menos en su segunda etapa, considerada por las fuentes más dura que la primera, a pesar de que la relación de Clístenes con los Alcmeónidas atenienses suavizará la imagen en historiadores como Heródoto, vinculado a las clases dominantes atenienses. Clístenes recuperaba las tradiciones míticas cuando, según Heródoto, ofrecía la sucesión y la mano de su hija Agariste a quien en Olimpia venciera en la prueba de la carrera de carros.
Finalmente, en Mégara, se dice que el aristócrata Teágenes llegó a la tiranía con el apoyo del pueblo, pues se puso al frente de sus reivindicaciones cuando luchaba contra los aristócratas que habían monopolizado la tierra común. Mégara había desempeñado y desempeñaba una importante labor en las colonizaciones y disfrutaba de puertos a uno y otro lado del istmo. Agricultura e intercambios, campesinado y aristocracia se encuentran de nuevo involucrados en el episodio de la tiranía.